Por Delfi_r el sábado, 16 de Enero de 2010, 20:00 – Coches Clásicos – Enlace permanente
El nuevo Citroën
(Roland Barthes, Mitologías,1957)
Creo que los coches hoy en día son casi el equivalente exacto a las grandes catedrales góticas: quiero decir, la creación suprema de una era, concebida con pasión por artistas anónimos, y consumida en imagen y en uso por la totalidad de la población que se la apropia como un objeto puramente mágico.
Es obvio que el nuevo Citroën ha caído del cielo tal y como aparece a primera vista como un objeto superlativo… No debemos olvidar que un objeto es mejor mensajero de un mundo superior que de la naturaleza: uno puede ver fácilmente en un objeto a la primera una perfección y una ausencia de origen, una finalización y un brillo, una transformación de la vida en materia (la materia es mucho más mágica que la vida) y en una palabra un silencio que pertenece al reino de los cuentos de hadas. El DS – «la diosa» – tiene todas las características (o al menos el público está de acuerdo en atribuírselas a primera vista) de uno de esos objetos de otro universo que han aportado carburante a la neomanía del siglo XVIII y de los de nuestra propia Ciencia-Ficción: la diosa es en primer lugar un nuevo Nautilus.
50 ans de Citroën DS à Paris © Pierre_M
Por eso despierta el interés menos por su substancia que por la unión de sus componentes. Es bien sabido que la suavidad es siempre un atributo de la perfección, porque su opuesto revela una técnica típicamente humana de ensamblaje: la túnica de Cristo no tenía costuras, así como las naves de la Ciencia-Ficción son de metal puro e intacto. El DS 19 no pretende ser tan suave como el azúcar glasé, aunque su forma general es bastante redondeada; pero es el perfil de cola de paloma de su sección el que más interesa al público: si uno acaricia detenidamente los bordes de las ventanas, uno siente las anchas juntas de goma que unen la parte trasera de las ventanas a su marco de metal.
50 ans de Citroën DS à Paris © Pierre_M
Hay en el DS los inicios de una nueva fenomenología del ensamblaje, como si se progresara desde un mundo donde los elementos son soldados entre sí, hacia un mundo en el que los elementos simplemente se yuxtaponen y se mantienen juntos por la sola virtud de su maravillosa forma, que por supuesto esta dispuesto a prepararnos para la idea de una Naturaleza más benigna.
En cuanto al material en sí mismo es cierto que promociona un gusto por la luminosidad en su sentido mágico. Hay una vuelta a un cierto grado de aerodinamismo, nuevo en cualquier caso, ya que es menos abombado, menos incisivo, más relajado que ese que apareció en los primeros estadios de esta moda. La velocidad se expresa aquí con rasgos menos agresivos y menos atléticos, como si evolucionasen de una forma más primitiva a una forma más clásica. Esta espiritualización puede verse en la extensión, la calidad y el material del área acristalada.
50 ans de Citroën DS à Paris © Pierre_M
«La DioSa» es obviamente una exaltación del cristal, y el metal prensado es sólo un soporte para él. Aquí las superficies de cristal no son ventanas, aberturas agujereadas en una coraza oscura; son grandes muros de aire y espacio, con la curvatura, la envergadura y el brillo de burbujas de jabón, la fuerte finura de una substancia más entomológica que mineral (el emblema de Citroën con sus flechas se ha convertido de hecho en un emblema alado, como si uno viniese de la categoría de la propulsión a la del movimiento espontáneo, de la del motor a la del organismo). Estamos por tanto tratando con un arte humanizado, y es posible que «La diosa» marque un cambio en la mitología de los coches. Hasta ahora, lo máximo en coches procedía del bestiario del poder; aquí se transforma de una vez en algo más espiritual, más objetual, y a pesar de algunas concesiones a la neomanía (como el volante vacío), es ahora más acogedor, más afinado a esta sublimación del utensilio que uno encuentra también en el diseño del menaje y mobiliario de hogar contemporáneo.
50 ans de Citroën DS à Paris © Pierre_M
El cuadro de mandos parece más la superficie de trabajo de una moderna cocina que la sala de control de una gran fábrica. Las delgadas tazas de metal mate estriado, las pequeñas palancas rematadas por una bola blanca, las simples esferas, la gran discreción del trabajo del níquel, todo esto significa un amable control sobre el movimiento más que sobre el rendimiento. Uno se encuentra obviamente girando desde la alquimia de la velocidad hacia el disfrute de la conducción.
El público, según parece, ha divinizado admirablemente la novedad de los temas que se le han ofrecido. Respondiendo en principio al neologismo (toda una campaña de publicidad lo ha mantenido en alerta durante años), trata de retroceder rápidamente a un comportamiento que indica ajuste y buena disposición para usarlo («Tienes que acostumbrarte a él»).
En los salones, el coche mostrado es explorado con una intensamente amorosa dedicación: es la gran fase táctil del descubrimiento, el momento donde la maravilla visual está a punto de recibir el asalto del tacto (el tacto es el más desmitificador de los sentidos, al contrario que la vista, que es el más mágico). La carrocería, las juntas pueden ser tocadas, la tapicería palpada, los asientos probados, las puertas acariciadas, las butacas sobadas; tras el volante, uno desea conducirlo con todo el cuerpo. El objeto aquí es totalmente prostituido, apropiado: originario del cielo de Metrópolis, la diosa es en un cuarto de hora manipulada, actualizando a través de este exorcismo la auténtica esencia del ascenso de la pequeña burguesía.
Citroen DS Convertible © Pierre_M
Roland Barthes, Mythologies
Mythologies es el libro que dio a conocer a Roland Barthes (1915-1980) fuera de los círculos intelectuales parisinos a partir de 1957. Publicado en formato de bolsillo entre los primeros números de la colección « Points » en 1970, con un D.S. 19 Citroën vista de tres cuartos – también sería la imagen de la exposición dedicada a Barthes en el Centre Pompidou en 2002–, ha sido durante mucho tiempo una introducción a la Francia contemporánea, la que empieza con el inicio de la sociedad de consumo y la cultura de masas.
Crítico literario, sociólogo y filósofo francés. Nacido en Cherburgo, obtuvo en 1939 la licenciatura en lenguas clásicas de la Universidad de la Sorbona. En 1962 fue nombrado director de estudios de la Escuela Práctica de Estudios Superiores, donde dio clases de semiótica (sociología de los signos, de los símbolos y de su representación), y fue nombrado profesor de Semiología Literaria del Collège de France en 1976. También recibió el título de Chevalier des Palmes Académiques. En 1963 provocó la polémica en el mundo académico con su obra Sobre Racine (1964): en la línea de los nuevos métodos estructuralistas, Barthes explicaba que los elementos de la obra literaria debían entenderse en relación con otros elementos de la misma obra y no en un contexto ajeno a la literatura. Además de crítica literaria escribió sobre música, arte, cine y fotografía. Barthes abordaba cada uno de estos campos con nuevas herramientas críticas que respondían a su siempre cambiante trayectoria intelectual: neomarxista al comienzo de su carrera, se acercó a la crítica existencialista en la década de 1960, y posteriormente se convirtió en uno de los primeros teóricos que estudió los límites del estructuralismo, preparando así el terreno, desde el punto de vista teórico, para el nouveau roman y sus representantes, como Alain Robbe-Grillet y Nathalie Sarraute. Su obra ha sido considerada por algunos filósofos alemanes como un intento de construir una filosofía de la semiótica, cuya identidad reside en el reconocimiento de su singularidad. Entre sus obras destacan: Elementos de semiología (1965), Crítica y verdad (1966), Sistema de la moda (1967), S/Z (1970), El imperio de los signos (1970), El placer del texto (1973), Fragmentos de un discurso amoroso (1977) y La cámara lúcida (1980). En 1980 Barthes fue víctima de un mortal accidente de automóvil cerca de la Sorbona.
Nota. Leí el texto de Roland Barthes cuando tenía 17 años, al estudiar ese libro que le había hecho famoso, mi visión de los automóviles quedó plenamente conformada. Algún día el automóvil dejará de ser el icono del que hablaba Roland Barthes, pero llena una época. El texto original francés lo encontré traducido en internet y la fascinación del Citroën DS perdura más de 50 años despues de su publicación.
Comentarios
1. El lunes, 18 de Enero de 2010, 10:03 por Jorge Luis
Nadie pretendera a estas alturas «descubrir» al Citroen DS, paradigma de la «modernidad» que siempre caracterizo a las creaciones del fabricante galo del doble chevron. Sin embargo, este blog -unico en su genero, creo yo- rescata un nuevo analisis del coche totalmente diferente, rabiosamente original, pues no es habitual el uso de la perspectiva filosofica para analizar a un automovil.
Y no deja de ser curioso que Barthes muriera precisamente en un accidente de circulacion …, victima de ese instrumento de transporte que trasciende su condicion de maquina, su vision meramente mecanicista, para ser elevado ora a obra de arte, ora a icono cultural. La cultura del Siglo XX, con el predominio de la imagen por encima de la palabra, ha contribuido a esa elevacion del automovil por encima del mero status de medio de transporte u objeto de consumo, pues su sola contemplacion puede transportarnos al extasis estetico (depende del coche que observemos, claro es).
Y no puedo dejar de sonreir observando a la «DioSa» y recordando un ingenioso articulo publicado en la revista norteamericana de motor SPORTS CAR GRAPHIC en el mes de mayo de 1969, en que hacian una (a mi juicio, imposible) comparativa entre un Citroen DS 21 y el Oldsmobile Toronado, ambos de ese año. Los resultados en potencia y prestaciones eran, obviamente, favorables al modelo americano, pero el autor de la comparativa no podia sustraerse a la enigmatica atraccion que ejercia el Citroen, con su suspension hidroneumatica, su tablero de instrumentos casi imposible de entender -a ojos de un yankee- y su vanguardista tecnologia, para concluir con humor que los posibles compradores de este vehiculo en norteamerica habrian de ser poco menos que cientificos, o profesores de universidad versados en materia de fisica cuantica, que lo adorarian por su tecnologia y por su belleza interior, ignorando las miradas de sorpresa de los demas conductores, al volante de convencionales mastodontes con motor V8 y propulsion a las ruedas traseras.
Gracias una vez mas por estos ratos de lectura.2. El viernes, 5 de Febrero de 2010, 18:30 por Delfi_r
En la televisión actual hay una serie curiosa, en la que el pasado del protagonista pesa sobre la acción actual. Busca quien para destruirlo a él asesinó a su familia, y para encontrarlo colabora con la policía, poniendo a su servicio sus dotes de observación que antes vendía como adivino.
Su coche es un DS.